28/10/2018
Domingo 30° Ciclo B - Homilía Regina Martyrum, Buenos Aires
El encuentro con el ciego es el último milagro
realizado por Jesús durante su vida pública, pero no es uno más; el relato
depara interesantes sorpresas para los discípulos y para nosotros que quieren
seguir a Jesús.
Hermanos,
hermanas:
Hace tres semanas
fui a un concierto de ciegos, el coro nacional de ciegos y la banda sinfónica
nacional de ciegos, aquí en Buenos Aires. La cantante de la misa del domingo a
la tarde, la Señora que suele tocar la guitarra, cantaba en este mismo coro. Un
concierto muy bueno que me gustó mucho. El director de orquesta dirigió el
coro. Imagínense cómo ha lo dirigido. Los gestos no sirven si nadie le ve.
¿Entonces que hico? Daba signos de sonidos, como castañetear los dedos por
ejemplo. Si claro, pero yo no sabía antes ni siquiera me imaginaba como se
puede dirigir un coro de ciegos. Entonces para mí el concierto fue en lo cual
comprendí más, un momento de ajustar la percepción, un cambio de perspectiva.
En el evangelio
de hoy Jesús nos invita a cambiar nuestra perspectiva, ajustar nuestra
percepción y ver, ver con los ojos de la fe, con el corazón: Cómo es seguir a
Jesús, cómo podemos vivir al estilo de Jesús. San Marco nos presenta al ciego, al
mendigo ciego que está sentado en el camino de Jericó a Jerusalén, como un
ejemplo para los discípulos. En el camino Jesús planteó a sus discípulos que tendría
que sufrir y morir. Y ellos no entendían. Aprendieron paso a paso que significaba
esto. Este encuentro con el ciego tiene como correspondencia el encuentro con
el joven rico que quiso seguir a Jesús y no pudo, porque no quería dejar sus
riquezas, que escuchamos hace dos semanas ¿se acuerdan? Bartimeo, sí, va a
seguir a Jesús como uno de sus amigos.
En tres puntos
quisiera mostrarles en qué el mendigo ciego era como un ejemplo para ellos y sigue
ser como un ejemplo para nosotros.
Primer punto: Bartimeo sabe pedir. Sabe lo que
quiere, sabe lo que necesita y sabe decirlo. El ciego ha entendido muy bien la
buena noticia de Jesús y sabe también lo que necesita: ¡Jesús, hijo de David,
ten piedad de mí! Con este grito da en el blanco del corazón de Jesús que es
misericordia, que ha venido a salvarnos, por (viviendo) la misericordia de
Dios. Cuando Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?” no le pregunta
por qué no lo sabe. Es obvio que necesita un mendigo ciego, ¿no? Jesús le preguntó
porque quiso que se atreviera a decir lo que deseaba, lo que necesitaba. Fíjense
en Bartimeo: él, que mendigaba, no pide una moneda tranquilizadora; pide ver porque
sabe que es necesario para él. Y eso va a cambiar la vida de Bartimeo.
Muchas veces hoy
en día sabemos que nos hace falta algo para vivir con alegría y confianza, pero
no sabemos cómo encontrar el camino. Estamos triste, deprimido o ansioso, pero
¿para qué? Ojala que tengamos buenos amigos o buenas amigas para hablarles de
esto. ¿Qué es nuestro deseo profundo? ¿Qué es nuestro anhelo? En Jesús tenemos
un amigo. Le podemos decir lo que verdaderamente necesitamos para que seamos
más conscientes de nuestras vidas.
Segundo punto: Bartimeo escucha la llamada de Jesús por
medio de otros. No es Jesús que lo llama directamente. Dice a sus
discípulos: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego. Seguramente no escuchó a
Jesús. Pero cuando llegaron las tres palabras de Jesús “¡Ánimo, levántate, él
te llama!” por medio de otros, confía y se levanta. Porque siente que estas
palabras son de Jesús. Sabe discernir.
Confío en esto
que la llamada de Dios llega a mí por medio de otros. Todos los días el Señor
nos dice algo, por medio de la Biblia, de la oración, pero también por medio de
otros que encontramos en nuestra vida.
El sínodo de los
jóvenes que recién terminó aclara muy bien que la vocación no es algo extraño o
raro. “Cada vida es una vocación en relación con Dios“– afirma el documento
final, “no es fruto de la casualidad o un bien privado que se gestiona por sí
mismo.” ¡Toda vocación bautismal es una llamada! Y allí se necesita
discernimiento para escuchar esa llamada de Jesús en medio de tantas voces
distintas. Voces que nos quieren conducir al mal también. ¿Cómo es la llamada
de Jesús? El ciego lo sabe, lo ve, porque tiene fe.
Tercer punto: Bartimeo no tiene miedo. Después de
escuchar la llamada, enseguida comenzó de seguir a Jesús. Dejó todo (“arrojando
su manto”), apostó lo todo a Jesús, de pie de un salto, le siguió con alegría. La
primera lectura exprime muy bien este sentimiento de alegría y libertad de los
hijos e hijas de Dios. Háganse oír, alaban a Dios por la salvación. Nosotros
hoy también somos parte de esta gran asamblea, de este pueblo de Dios. Allí
están ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y con bebes – todos personas
vulnerables, muchas veces oprimidas. Según la lectura: ¿Qué tienen en común?
¿Por qué están nombrados? ¡Porque no tienen más miedo, van con alegría!
El joven rico no
se animaba a seguir a Jesús. Aunque llevaba una vida según los mandamientos
tenía miedo y no encontraba la llamada de Jesús en su vida. El ciego sí, lo
encontraba y respondió con ánimo y libertad y sobre todo con alegría. Allí esta
uno de los signos para ver que es Jesús. El que nos hace alegres.
Entonces: El
ciego es para el evangelista San Marcos un ejemplo para los discípulos de ayer
y de hoy que significa seguir a Jesús: Saber pedir de un modo concreto lo que
necesito, deseo. Escuchar la vocación, la llamada de Jesús por medio de otros y
seguirlo sin miedo, sino con alegría. La alegría viene de Dios. Todos
necesitamos la misericordia de Dios que nos abre los ojos del corazón, para que
podamos ver la salvación que Jesús nos dio en la cruz y en la resurrección. Y
necesitamos ejemplos como Bartimeo para seguirlo.
Hoy quiero pedir
especialmente por los argentinos, que por la parte política se encuentran
triste, y a veces deprimidos. Para que todos los argentinos, especialmente los
jóvenes sepan usar toda su inteligencia, su creatividad, su fe, su amor por los
pobres, su humor, su energía, su buena onda para pedir lo que se necesita, para
escuchar la llamada de Jesús por medio de otros y para seguir a Jesús sin
miedo. Amen.
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